El deber del estado es buscar el bienestar común dentro de la cobertura de las necesidades básicas para el desarrollo de cada ser humano, de forma equitativa, con herramientas equitativas que establecen el marco de financiación. El estado no es un negocio, es un regulador, una estructura, formada para establecer lo que es necesario para el bienestar de los hombres que conviven dentro de una identidad. En este fin no determina que todos seamos los que establecen las reglas, sino que las reglas se hacen dentro de esta filosofía comunitaria y de bienestar social para ser cumplidas de lo contrario entra en juego para aquel individuo lo que se considera justicia estatal, determinada para que sea la norma quien ejecute sentencia y no la mano de cualquier otro hombre. La política, el estado y la justicia funcionan cuando no tienen mancha de intereses personales. Citando de manera pensativa lo que narraba Thomas Jefferson, aquellos hombres que se sienten abusados por el conjunto de reglas formadas por quien los gobierna, tiene pleno derecho de declarar estos abusos y en el mayor de los casos desprenderse de ellos, porque creemos que Dios nos ha dotado de cosas mejores para cada uno de nosotros y que en la naturaleza humana los hombres se juntan en busca de algo mejor. Y en lo personal también tenemos ese derecho de liberarnos del pasado, de los pensamientos, conductas, tradiciones que nos atan a todo lo que no queremos en nuestra vida, podemos por derecho renunciar y declararla nuestra vida independiente de toda acción, suceso, conducta o personas que nos atan al pasado, lo que fue pero no será.