El concepto que tienen personas en su mayoría de afuera y también muchas de adentro sobre los conceptos de la vida cristiana, muchas veces son definiciones influidas por una historia mal contada o por la influencia cultural más la idiosincrasia de una región o país. Podemos hablar de los de afuera, pero ellos no saben, no son instruidos, pero adentro muchos escuchan, pero no entienden o malinterpretan lo escuchado. Creo que una doctrina debe basarse en la enseñanza de la palabra, no en enfocarse en buscar manifestaciones de fe, pues sabemos que el creyente no busca los milagros, sino que los milagros lo siguen; la enseñanza de la palabra, del mensaje de la buena noticia, del reino de Dios y del arrepentimiento que necesitamos por ser lo que somos. Pero hay personas que buscan a otros porque dan profecía, porque ponen manos, porque hablan en nombre de Dios, porque saltan y hablan lenguas; Pablo nos dice que evitemos las manifestaciones aun así las hagamos, primero priorizar la palabra para edificación de todos, que si alguno habla en lengua, se evite o que haya alguien que traduzca. La gente de afuera y también de adentro cree que uno puede y debe hacer algo por ellos, como si la relación con Dios fuera tercerizada, como si Jesucristo no fuera suficiente y no está mal orar por otros, pero si ya estás creciendo espiritualmente debes entender que es una relación personal, todo creyente debe crecer en la vida cristiana, como dice Pablo madurar. Las predicaciones con poca palabra, pero mucha motivación no es predicación, es motivación y no está mal, pero hay que diferenciar, porque la predicación debe tener un hilo conductor, la motivación puede solo usar unos pocos textos temáticos. Unos ignoran (afuera), otros abusan y otros malinterpretan. Los que ignoran obviamente porque no saben, la aseidad, la trinidad, los atributos de la deidad, la expiación y la salvación, la predestinación, la paga con muerte, las solas de la fe, el credo doctrinal, la condición del hombre frente la naturaleza divina, esta es una conducta cultura de querer aferrarnos a lo que aprendimos y creemos como cierto, tenemos miedo a cambiar. Los que abusan tercificando la fe en otros, un pastor otro creyente, creen que un pastor o creyente debe moldearse a su idea preconcebida de fe tercerizada y que debe cumplir con sus intereses y sus normas inventadas, no oran, no avanzan espiritualmente, sino que tienen a alguien más como responsables de sus vidas; Esto es una conducta cultural donde queremos que alguien más se haga cargo de lo que nos corresponde, porque tienen miedo hacerse cargo, se creen insuficientes o así están cómodos. Los que malinterpretan son quienes mezclan a Dios con los intereses del mundo, pero aquí lo que distingue es el cambio que se hace de usar los medios con Dios en el centro, para querer tener a Dios para buscar otros fines centrales, también buscar a Dios por manifestaciones sobrenaturales, un emocionalismo por lo sobrenatural, sin dejar moldearnos por la escritura, esto es una conducta cultural donde el yo y el interés individual es más grande que la vida espiritual. Nadie es mejor que nadie, pero eso no es excusa para dejar de crecer en la verdad, debemos disponernos a escuchar la palabra y dejarnos transformar por ella, actuar de acuerdo a ella y seguir orando para que el Espíritu guíe nuestras conductas, dejar que el trono de nuestra vida sea ocupado por Dios en su voluntad. Cuando en el altar se predica de cosas materiales como fin, este se aleja de la mayor riqueza de las buenas noticias, la salvación de las almas; las cosas materiales son el reflejo de nuestra diligencia, no de un fin existencial; Dios puede bendecir, claro, debemos prosperar, si, no como fin, sino como honra y diligencia, ser diligente de manera ética por medio del uso de los dones y capacidades que se nos entregó, honrar en agradecimiento mediante contribución a la obra y edificación de todos. Nunca esta como intención la división, sino que atendiendo al llamado de la escritura a ser edificados unos con otros, permaneciendo en unidad, nos mantengamos en el centro de la mayor riqueza que tenemos: la salvación para vida eterna mediante nuestro señor Jesucristo, seamos cada uno reflexionando la estatura y el grado de madurez que tenemos y seguir creciendo, usando la armadura de Dios, entendamos que cada uno tiene un crecimiento distinto que cada uno puede reconocer y seguir edificándose como meta, el mayor sea prudente con el menor y el menor reconozca que le falta crecer.