Las personas que están muy dispuestas a demostrar que tienen la razón por encima de la razón, buscan incontables fuentes que respalden lo que piensan, y esta acción no va dirigida a edificar a la gente, a enseñar, sino a enseñorearse orgullosamente de que alguien la tiene y otro no, que yo si sé, tú no sabes, como yo pienso eso es, estás equivocado y debes saber que yo sé etc. En muchas discusiones y debates el hecho no gira en torno a quien tiene la razón, sino en defender el orgullo del otro, todos ignoramos algún tipo de cosa, todos somos ignorantes en una medida sobre algo, es inevitable, lo que la mayoría de veces lo que quiere una persona es validar su conducta y su forma de pensar, no quiere ceder el orgullo de no tener la razón, de no tener el control, porque le da miedo sentirse que como tonto, pero tonto es el que tuvo la oportunidad de aceptar algo mucho más verdadero y seguir aferrado a una mentira, la vergüenza de no tener la razón dura poco, pero lo que aprendas te acompañara siempre. Cuando uno no reconoce que está equivocado y se le ha demostrado, uno pierde, pierde la posibilidad de aprender, de demostrar humildad, de crecer mentalmente, de ampliar la perspectiva, de abrir un nuevo camino. Cuando uno debate un tema con otra persona en esta posición de orgullo, casi en todas las ocasiones no vale la pena seguir demostrando, no importa lo que le digas no estarás demostrando un punto verdadero sino luchando con su orgullo, así que no vale la pena desgastarse con alguien que no quiere escuchar y que encontrara mil maneras de llevar la contraria porque su fin no es demostrar una verdad, sino validar su orgullo. El debate y las conversaciones más enriquecedoras no son dos fuerzas que debe apagar una a la otra, sino encender la verdad común, no el parecer personal.